¿Corajeada?
La reciente noticia del canje de deuda ha provocado revuelo, y sin duda, ha sido la noticia destacada de los últimos días. Los medios analizan las declaraciones del ministro de Economía como una "corajeada" frente a los distintos acreedores, incluso con mensajes dirigidos a las grandes instituciones acreedoras internacionales (FMI, BM, BID), aun cuando en el canje su deuda no estuviese en juego.
En un análisis simple, bien a nuestra usanza, se podría decir que Lavagna "puso huevo" enfrentándolos. Otros podemos decir que "le faltaron huevos para cantarles las cuarenta".
Sea con el vaso medio lleno o medio vacío, lo que está claro es el respeto y temor a los grandes intereses financieros, tanto que aun el máximo representante de la economía nacional es medido al enfrentarlos. Un miedo fundamentado en las expresiones y consecuencias, que hemos visto y vivido (la inflación, la caída de Alfonsín, 50 por ciento de la población por debajo del umbral de pobreza, la caída de De la Rúa, por ejemplo), por no poder cumplir con nuestros pagos en término. Sin embargo, en las últimas tres décadas, no hemos hecho más que serles obedientes, sin que eso produjera queja alguna, obviamente, por parte de nuestros acreedores. Esto es básicamente porque en su rol de asesores e impulsores de medidas económicas, en conjunto con su rol de acreedores, no benéficos sino con fines de lucro, siendo casi juez y parte (llevando la jurisdicción jurídica de la deuda a tribunales ubicados a metros de Wall Street y gracias a la instauración de líderes políticos afines a sus intereses), han obtenido rentabilidades altísimas en deterioro de la economía nacional. ¿Quién puede quejarse cuando un negocio sale bien? Parecería que nadie. Ahora si nuestro análisis nos permite inferir que los males que atraviesa nuestra sociedad, son consecuencia de nuestra horrorosa relación con los organismos de crédito internacional, yo diría que lo que le faltó a Lavagna no fueron huevos sino apoyo.
El apoyo que da una sociedad que entiende cuál es el origen de sus males y no se ve reprimida sino incentivada, a creer que el cambio es posible. Una sociedad integrada, que no segregue a quienes padecen los efectos colaterales sino que se ponga a su par para entender el padecimiento, para sobre el construir ideas y políticas que nos saquen adelante. Entonces, cuando pensemos así y entendamos cuáles son las causas de nuestro mal pasar y seamos capaces de proponer y exigir medidas, sólo entonces a nuestro ministro de Economía no le van a hacer falta "huevos", porque nadie puede necesitarlos cuando tiene a todo el pueblo apoyándolo.
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