sábado, septiembre 30, 2006

Patagónicas

Aerolíneas Cordobesas

- A ver, guaso, peermiso por faavor - dijo un pelado con una inconfundible tonada cordobesa, mientras trataba de avanzar en el estrecho pasillo del avión. Finalmente yo también conseguí llegar a mi asiento, el del medio en una fila de tres. Se sentó a mi lado el que ocupaba el asiento del pasillo y último llego al que le tocaba la ventana. Muy amable, y también en tonada cordobesa, para evitar que tuviéramos que pararnos dijo - coorranse noomas, así no hacemos taanto quilombo -. Yo accedí, pero el calvo de bigotes que descubrió que de su preciado pasillo pasaría al medio decidió quedarse donde estaba. El cordobés terminó sentado en el medio y yo contento con mi ventanilla para poder mirar el paisaje.

A lo lejos y cerca continuaban los clásicos saludos entre los que frecuentan la ruta, que ya se habían iniciado en el preembarque. Cordiales intercambios de respetos mutuos, una pregunta sobre algún conocido en común; como los que uno suele escuchar entre los que toman un colectivo siempre en el mismo horario para ir al trabajo. Lo sorprendente: seguían predominando las tonadas cordobesas. Por un momento pensé que me había equivocado de vuelo, o quizás que el avión haría su escala en Córdoba en vez de hacerlo en Río Gallegos, como se suponía. Ya en vuelo el piloto, en su clásica comunicación con los pasajeros, confirmó que el destino final era Ushuaia y la escala Río Gallegos; ¿por qué tanto cordobés entonces? ¿Sería que en tierra del fuego la gente hablaba con esa tonada? Muy extraño, pero el sueño me venció; el día estaba muy nublado y no había nada para ver entonces por la ventana.


La ciudad mas austral del mundo

El primer día de curso, como cualquier otro, me levante mas tarde de lo que pensaba. A los apuros me pegué una ducha y me tomé un mate cocido. Según mis averiguaciones con el taxista que me llevó del aeropuerto al hotel, el banco donde tenía que dar curso, quedaba tan solo a unas cuatro cuadras. Me puse casi todo el abrigo que había traído y encaré la corta caminata. Ni bien puse un pie en la calle quedé alucinado. La noche anterior había salido en busca de un lugar donde comer, pero entonces sin la luz del día no se podía ver el paisaje que rodea la ciudad. Para donde uno mire hay montañas nevadas, y donde no las hay es porque está el mar.

Me habían dicho que Ushuaia era linda, y había visto fotos, pero igual me sorprendió por lo atrapante de su entorno blanco, montañoso y marítimo. La ciudad en si misma no es nada del otro mundo, pero la naturaleza que la rodea es sobrecogedora. Para donde uno mire se alternan viejas casas hechas de madera, construcciones mas modernas hechas en cemento y recubiertas en los pisos superiores con chapa para proveer aislación del viento y el frío, que dominan el clima durante todo el año. En esta época los días tienen una duración normal, pero en verano cuando los días son mas largos pueden llegar a tener 19 horas de luz. En cada cuadra de la zona centrica hay por lo menos una obra en construcción, sino mas. Es que la ciudad no para de crecer: hace treinta años tenía 7 mil habitantes y hoy casi llega a los 70 mil. Pero lo que no cambia es lo que la hace linda, sin necesidad de levantar la vista, siempre uno encuentra un paisaje de fondo inigualable.


Las 60 viviendas

Cuando llegué la casa central del banco, ubicada en la costanera, miraba hechizado hacia el mar, mientras esperaba que viniera a recibirme. Cuando llegó me informó que el curso no sería allí sino en las oficinas de sistemas, y me despachó en un remise hacia allá. Pensé que había caído en desgracia; prefería caminar esas cuatro cuadras a pagar cuatro pesos (lo que me cobró el remise para ir) cada mañana a para ir a dar clases. Estas oficinas están en un complejo: "las 60 viviendas"; no se si serán esa cantidad, pero todas son exactamente iguales y no hay una buena forma de identificar a cada una. A pesar de las instrucciones que me habían dado (la puertita blanca de la casa que está atrás de la antena parabólica) tuve que llamar al celular de uno de mis alumnos para que saliera a buscarme.

Un poco mas tarde de lo esperado, y con algunos problemas en el setup, finalmente empecé el curso para la primer tanda de tres alumnos. El aula no era un aula, sino su oficina donde habían dispuesto sus escritorios mirando hacia el centro, y el mío en una punta. Por una pequeña ventana que tenía a mi costado se veían algunos de esos picos nevadas. Mas de una vez me sorprendí a mi mismo dando clase y en vez de estar mirando a los alumnos tener la vista clavada ahí. Mis alumnos eran de origen variado, como ellos dicen, en Ushuaia no hay un crisol de razas, sino un crisol de provincianos. Un fueguino, un marplatense, y (oh! sorpresa) un cordobés.


Lo del turco

Pareciera que en toda la ciudad hay un único lugar donde uno pueda comer bien y barato: "lo del turco", y hacia allí fuimos el primer mediodía del curso. El lugar no tiene nada del otro mundo, pero en esta ciudad es el único con la combinación de buen morfi y precios accesibles. Eso hace que se llene cada mediodía y cada noche, por eso es importante llegar temprano, porque sino uno puede quedarse sin lugar. Las veinte a treinta mesas que tienen son atendidas por dos mozos y el que nos atendió a nosotros era, para variar, cordobés.

En los tres días que fui pude comer milanesa rellena, ñoquis a la parissien, y suprema napolitana. Todo muy rico y la módica suma que pagué en promedio por esos platos y un agua fue 20 pesos. No es nada barato comer en la ciudad mas austral del mundo. Mis incursiones a otros lugares fueron siempre mas caras, aunque con gusto pagué, por ejemplo, unos 35 mangos para comer todo el cordero que quise acompañado de un vinito en una parrilla tenedor libre.

Del turco

Las coincidencias pueden ser extrañas, pero siempre interesantes. Esta es divertida: era martes cuando con mi alumno cordobés fuimos a comer a lo del turco. Allí vimos en la tele como al turco (el innombrable, el yeta, mendez, etc) en córdoba le dio un paro en medio de un acto donde venía diciendo que el iba a vivir mas de 100 años, como Ramses. El antiguo faraón se debe haber retorcido en su tumba (o pirámide, según corresponda) y le mandó un paro justiciero, lastima que no alcanzó.

Comentando el hecho fue que finalmente entendí el porque de las ya naturales tonadas cordobesas que me rodeaban desde que emprendí el viaje hacia este patagónico paraje. Resulta que en esa infame década de los 90 en los que Ramses III nos gobernaba la industria se fue al tacho. Muchísimas fábricas cerraron, y ocurre que en córdoba fueron unas cuantas. Lo interesante es que en Tierra del Fuego hay desde hace tres décadas un régimen impositivo de promoción industrial y entonces todo lo que sobrevivió de la industria en esa época se trasladó a esta provincia, principalmente a la ciudad de Río Grande.


A la emigración

Allí, donde vive mi alumno cordobés, está uno de los más importantes centros industriales que le quedan al país. Según me cuenta, con exageración probablemente, pero queriendo ser ilustrativo, un 70 u 80 porciento de la población de esa ciudad es de origen cordobés. Esto se debe a que muchos técnicos desempleados por el cierre de las fábricas en su provincia natal se vieron forzados a trasladarse a este parador, otros supieron engrosar las filas de desempledos que durante la última mitad de la década pasada representaba osciló entre el 12 y el 18 porciento, y que superó el 25% a fines de 2003.

Pero no todo es malo, en la estépa patagónica donde se ubica Río Grande, al norte de la isla, el clima será terrible, la distancia hacia el resto del país enorme, pero los sueldos lo compensan. Los convenios colectivos de trabajo negociados por los sindicatos son atractivos ya que obtienen un plus de ente 60 y 100 porciento por la zona.

Me lo dijeron mis alumnos y hasta los mozos me lo confirman, sí en buenos aires cobraran una luca y media por mes, acá en Ushuaia las casi 3 lucas de sueldo que ganarían parecen compensar el traslado, el clima, la distancia, y cualquier otra contra. En eso pensaba cuando cuando, al salir de lo del turco, descubrí que quedaba en una calle que conocía; no estaba a mas de siete u ocho cuadras del hotel. Finalmente, no era problema hacer el recorrido de vuelta al hotel, por ejemplo, por la costanera.

(continuará)