martes, febrero 06, 2007

Un volcan en su vida

Hace unos años, no quiero recordar ya cuantos, hicimos un intento por alcanzar la cumbre del volcan Lanin. En aquella oportunidad aprendí mucho, sobre todo acerca de porque la expedición no paso del intento. Volví con el amargo sabor de la derrota, pero con la firme idea de ir por mi revancha. Ese era el objetivo, aprender de la experiencia, de los motivos por los que el volcan se me había negado y volver, humildemente, a pedirle permiso.

Los compañeros de expedición fueron surgiendo hace unos meses, aunque el grupo final se terminó armando el día anterior al ascenso, casi azarosamente, en la base del volcan. D, el primero en traer la idea, planteó la posibilidad una calurosa noche de diciembre, sobre el pavimento de una calle centrica de buenos aires. M, decidió sumarse mientras contemplabamos la figura del objetivo, desde las alturas del monte tronador. Con ellos, entre otros, habiamos conseguido la cumbre del pico argnetino del tronador, en los primeros días de enero.

Tras seguir rumbos distintos por unos días nos fuimos reencontrando en san martín de los andes para los últimos días de enero. M llegó primero, un lunes por la noche, según lo acordado; mientras que D, paradojicamente al ser el ideologo del ascenso, se demoró un día mas en llegar. No parecía muy terrible la demora- pensabamos con M, mientras contemplabamos una fuerte lluvia por la ventana.

Entre nubarrones y resplandores de sol fuimos resolviendo los ultimos detalles: comida, equipo, transportes, requisitos; todo mientras esperábamos a D, que recién llegaría por la tarde. Tan sobre la tarde que ya no alcanzaría a resolver en el día el alquiler de sus botas; un día mas de retraso.

Mate y facturas nos acompañaban en la charla del desayuno a M y a mi, mientras esperábamos por D. Había que moverse rápido, aun faltaba pasar por el super a comprar la comida y algunas cosas mas; todo antes de la 1 de la tarde, horario de salida de nuestro bondi a Junin. D no traía guantes por lo que fue a comprar de urgencia, pero sin prisa, unos de trabajo a una ferretería. Sobre la hora alcanzamos el bus a junin, de allí, tras algunas paradas, en taxi hacia el volcan.

Una vez en Junin fuimos a Alquimia, el local donde alquilamos el handy VHF para el grupo y las botas de D. Allí almorzamos lo que nos quedo del salamín que tiburón blanco, el gato intrépido del local, tambíen almorzó. Mientras esperabamos nuestro taxi para ir hacia el paso Tromen, donde inicia la picada de ascenso al Lanin, conocimos a quienes completarian el numeró 5 para la cantidad de integrantes de la salida.

Cuando llegamos a la zona del paso tromen, lo primero que hicimos fue visitar la oficina de informes de parques nacionales, donde uno debe hacer el registro para el ascenso al volcan. Una vez cumplido el trámite emprendimos la dificil tarea de buscar un lugar donde armar la carpa que Y me había prestado: aquella pacífica zona de acampe a la vera del arroyo que recordaba se parecía hoy al camping del ACA en Chascomús.

Enrte familias enteras, con abuela y tios incluidos, sentados cada uno de los casi quince en su propia reposera, P y G, nuestros nuevos compañeros armaron su carpa. Resulta que P pidió prestado el VHF a su hermano, pero se olvidó la antena, y sin el handy en funcionamiento el guardaparques no quería dejarlo subir. Lo bueno de sumarlo al grupo es que él, a diferencia de nosotros tres, ya había hecho cumbre en el Lanin hace unos cuantos años. Su mujer, G, ponía el toque femenino indispensable para un buen ascenso.

A las 6AM empezó a sonar el despertador. M, el responsable de los desayunos, salio rapidamente de la carpa y empezó a ocuparse de esa vital tarea. Para cuando logré abrir los ojos, dos cosas maravillosas había a la vista: el volcan con su cumbre mostrandosenos, y los mates que M estaba cebando. Entre mate y galletas fuimos despertando y terminando de organizarnos para salir. Apurando los ultimos amargos pensaba: todo el mundo debería, al menos una vez en la vida, intentar subir este volcan; o bien para volver con la satisfacción que trae alcanzar su cumbre, o bien para despertar ese sano interés que me hace volver a intentarlo.

(Continuará)